martes, 24 de febrero de 2009

EL CINE DEL MAÑANA

Conferencia de Samira MakhmalbafInspirándome en la clásica metáfora del cine como “una ventana abierta el mundo”, tocaré el tema de la conmoción generada por la revolución digital, las transformaciones económicas y la concentración de medios de producción, que amenaza la diversidad e independencia de la realización cinematográfica creativa.


El cine siempre ha estado a merced de los poderes políticos - sobre todo en Oriente -, de la financiación en Occidente, y de la concentración de los medios de producción en cualquier parte, por lo que la creatividad individual de los realizadores se ha resentido. Pero esta situación parece haber cambiado radicalmente. Gracias a las asombrosas innovaciones tecnológicas, los cineastas ya no parecen ser tan vulnerables a los anteriores impedimentos.


Parece posible pensar que la cámara se convertirá pronto en la pluma del director de cine. Hasta ahora, tres tipos de controles externos han reprimido el proceso creativo del director: el político, el económico y el técnico. Con la revolución digital, la cámara supera todos estos obstáculos y se pone a disposición del creador. Podremos celebrar el nacimiento del auténtico cine de autor con la “cámara bolígrafo” porque veremos un nuevo amanecer en nuestra profesión. Si hacer cine es tan barato como escribir, el poder del capital en el proceso creativo disminuirá radicalmente, aunque los procesos de distribución seguirán a merced del capital. El control y la censura del Gobierno perderán parte de su fuerza, ya que el público podrá ver la película en Internet desde su casa. Pero no será el fin de la censura porque la autocensura por temor al fanatismo religioso y a la barbarie impedirá que vuele la imaginación creativa.

Si la cámara se convierte en bolígrafo, el realizador se convierte en autor y se elimina la presión ejercida por el poder, el dinero y los medios de producción. En ese caso, ¿no nos encontramos en el umbral de un cambio tecnológico que afectará a la mismísima esencia del cine como medio? Me inclino a pensar que el cine del siglo XX se convertirá en la literatura del siglo XXI.

¿Significa eso que el cine está a punto de morir? François Truffaut rodó una película acerca de la muerte de la literatura con la aparición del cine. Si hoy estuviera vivo, ¿no le tentaría hacer una película acerca de la muerte del cine a manos del autor digitalizado? ¿No imaginaría a la nieta de Tarkovsky o de Ford escondiendo las obras de sus abuelos en algún punto del Polo Norte?

La revolución digital reducirá al mínimo el aspecto técnico del rodaje, dando mayor libertad al cineasta. Y eso me hace pensar en que por fin veremos el auténtico nacimiento del cine de autor. Hemos echado en falta la presencia de artistas, filósofos, sociólogos y poetas entre los realizadores. El cine sigue estando en manos de los técnicos, y la realización sigue limitada a aquellos que tienen acceso a cámaras caras. No es difícil imaginar que la cámara digital pueda significar la muerte de los técnicos. A lo que seguirá la muerte de la censura y la muerte del capital. Ahora bien, dada la facilidad de rodaje, ¿no aumentarán los “autores” hasta proporciones astronómicas y no será eso la muerte del cine de autor?

El cine, el séptimo arte, empezará a perder público como tal. El atractivo general del cine se dividirá en atracciones más específicas, a lo que seguirá una división de trabajo y mercado. Poco a poco, el público o, digamos el consumidor, podrá llegar a dictar lo que desea ver, y la narrativa cinematográfica se verá dramáticamente influida por las expectativas de los espectadores.

A pesar de todas sus intenciones democráticas, el neorrealismo italiano no pudo ir más allá de las limitaciones impuestas por la técnica. Actualmente, movimientos como Dogma 95 usan los avances tecnológicos y llegan donde no pudo ir el neorrealismo italiano. Es posible que acabemos haciendo “cineperiodismo” que ayude a salvaguardar la democracia. Un acontecimiento tiene lugar un sábado, el domingo se rueda la película, el lunes se visiona y se convierte en un impacto directo en la fabricación cotidiana de la historia.

La revolución digital tendrá otra consecuencia. Hasta ahora, los pueblos menos favorecidos del mundo han sido los receptores. La historia del cine empezó en naciones económicamente solventes y poderosas, resultando en un desequilibrio injusto. ¿Cuántas películas africanas compiten en Cannes? Pero la revolución puede democratizar todo el sistema. Imaginemos la edición del Festival de Cannes 2010...

La cámara acabará por perder su voz profética y empezará a haber un diálogo global. Actualmente se producen unas 3.000 películas al año para una población global de más de 6.000 millones de personas. Hablamos de una película por cada 20 millones de personas. Pero no todas las 3.000 películas se estrenan. La competencia con Hollywood es muy fuerte en todo el mundo. Las cinematografías nacionales ofrecen una resistencia heroica al monopolio hollywoodiense.

Cuando los libros no estaban al alcance de todos, la palabra escrita se tomaba como una verdad absoluta. Cuando los libros fueron más asequibles, la palabra escrita perdió parte de su poder. Quizá ocurra lo mismo con las producciones cinematográficas y Titanic deje de ser emblemática.

Estamos acostumbrados a ver el Tercer Mundo a través de los ojos del Primer Mundo. No vemos Estados Unidos o Europa a través de los ojos de África. La revolución digital cambiará este desequilibrio. El Primer Mundo perderá la hegemonía de su visión. Dejaremos de pensar que Occidente nos dio la técnica. Como cineasta, ya no seré una iraní en un festival, seré una ciudadana del mundo. La ciudadanía global no se definirá por el domicilio ni por las palabras impresas de la prensa, sino por un amplio vocabulario visual.

Un nuevo temor se apoderará de los cineastas, y puede resumirse así: “Como artista, ¿tendré algo que decir que otros con cámaras digitales no hayan dicho?” Hay un relato en el “Mathnavi”, de Rumi, uno de nuestros más grandes poetas, en el que cuenta que un gramático se subió a un barco. El mar estaba en calma y le preguntó al capitán si tenía conocimientos de sintaxis y morfología: “No”, respondió el capitán. “Ha perdido media vida”, replicó el gramático. Al poco, se levantó una terrible tempestad y el capitán le preguntó: “¿Sabe nadar?” “No”, respondió el gramático. “Ha perdido toda la vida”, replicó el capitán.

Hace veinte años, si alguien quería ser cineasta, le preguntaban si conocía la técnica. Si contestaba negativamente, se le consideraba como medio analfabeto en el arte cinematográfico. Veinte años después, le basta con decir que tiene arte.

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