martes, 26 de mayo de 2009

Crítica de TOMACINE.COM


Esta semana damos paso en la sección Golem Recomienda al film El caballo de dos piernas (Asbe du-pa) de la joven realizadora iraní Samira Makhmalbaf y ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastian del año 2008.

Una cinta perpetrada desde el sollozo angustiado de unos oscuros ojos repletos de rabia contenida hacia su país (Irán) debido al desolador panorama que acontece merced a su falta de libertades.
Falta de libertad del libre pensamiento bloqueado herméticamente por el grueso manto de la religión. Un abrazo roto tendido sobre las diferencias sociales y económicas del país.

Es difícil encontrar cineastas jóvenes con talento innato para la cinematografía. Es difícil que a la edad de 29 años hayas conseguido ganar el Premio especial del jurado en Cannes 2000 por La Pizarra y el Premio especial del jurado en el Festival de San Sebastian 2008 por El caballo de dos piernas.

Aunque, lo más difícil de encontrar es la valentía para expresar tus pensamientos en forma de imágenes en movimiento oponiéndote a los censores iraníes y al fundamentalismo religioso siempre presente. De hecho, una de las razones por las que Samira Makhmalbaf decidió hacer películas fue que en la escuela, incluso en clase de matemáticas o química, la religión tenía un peso importante. Un adoctrinamiento del que ha querido deshacerse a través de unos largometrajes críticos con su entorno, la manera en la que se emplea la religión y los contrastes económico-sociales.

No solo lo es su directora Samira, sino todo el clan Makhmalbaf. Empezando por su padre Mohsen (director y escritor), su madre Marziyeh Meshkini (se encarga de los montajes) y sus otras dos hermanas Maysam (productora) y Hana (directora de la expléndida Buda explotó por vergüenza). Un caso atípico el de esta familia que vive por y para el cine, obsequiándonos al resto de mortales de pequeñas obras de arte a través de su productora Makhmalbaf Film House.

Todo el peso de la película recae en los actores amateurs Haron Ahad y Ziya Mirza Mohamad. Dos niños que reflejan la crudeza derivada de la distinta suerte que les ha tocado vivir. El niño es hijo de un rico de ciudad al que una mina le ha pribado el poder caminar para siempre. El otro es un joven pobre sin estudios cuya supervivencia pasa por hacer de transportista del niño por 1 dólar al día.
Antes de sentarse en la butaca hay que tener clara una cosa. Lo que se va a presenciar es duro, seco y directo. Para que una película encoja nuestro estómago o remueva nuestra conciencia no tiene por qué haber violencia explícita. A veces las palabras y los actos en boca y manos de un niño pueden sacudirnos dejándonos al borde del colapso.

Pensar. Es el propósito encubierto de El caballo de dos piernas hacia una de tantas injusticias. Una vez que las neuronas vayan transportando diminutas descargas eléctricas hacia el umbral del razonamiento llegamos a la sala de culpa. Un lugar en el que esperaremos nuestro turno para que seamos juzgados y consigamos resolver el enigma: ¿Quién tiene la culpa?
Las infinitas guerras fundamentalistas que azotan el país dejando ríos de sangre y personas desmembradas.

El rico niño mimado que se siente superior al resto por su estátus.
El padre del niño que lo ha educado así para enseñarle que están en una clase superior.
La clase baja que no se revela en pro de las libertades más esenciales.
El gobierno que deja a la Religión ser el brazo ejecutor en todos sus ámbitos, incluso en esa enseñanza que podría salvar vidas, salvar conciencias.

La historia que nos narra Samira Makhmalbaf esta protagonizada por un esclavo caballo pura sangre sabedor de su sino. Un malherido animal domado y sodomizado por el jinete solitario que bajo las burlas del resto de compañeros anhela un recambio en forma del verdadero caballo de 4 piernas que ansía. Como ansía también salvar su libertad del calabozo al que fue arrojada dejándole sin movilidad por la explosión de una mina.
Todos somos animales, siendo desde pequeños aprendices aventajados en el canivalismo social. Mejor dejar la zancadilla a morder el polvo tras la caída.

Abre los ojos ante El caballo de dos piernas: cine social, de autor y extraordinariamente conmovedor.