
Una cinta perpetrada desde el sollozo angustiado de unos oscuros ojos repletos de rabia contenida hacia su país (Irán) debido al desolador panorama que acontece merced a su falta de libertades.
Falta de libertad del libre pensamiento bloqueado herméticamente por el grueso manto de la religión. Un abrazo roto tendido sobre las diferencias sociales y económicas del país.
Es difícil encontrar cineastas jóvenes con talento innato para la cinematografía. Es difícil que a la edad de 29 años hayas conseguido ganar el Premio especial del jurado en Cannes 2000 por La Pizarra y el Premio especial del jurado en el Festival de San Sebastian 2008 por El caballo de dos piernas.

No solo lo es su directora Samira, sino todo el clan Makhmalbaf. Empezando por su padre Mohsen (director y escritor), su madre Marziyeh Meshkini (se encarga de los montajes) y sus otras dos hermanas Maysam (productora) y Hana (directora de la expléndida Buda explotó por vergüenza). Un caso atípico el de esta familia que vive por y para el cine, obsequiándonos al resto de mortales de pequeñas obras de arte a través de su productora Makhmalbaf Film House.

Antes de sentarse en la butaca hay que tener clara una cosa. Lo que se va a presenciar es duro, seco y directo. Para que una película encoja nuestro estómago o remueva nuestra conciencia no tiene por qué haber violencia explícita. A veces las palabras y los actos en boca y manos de un niño pueden sacudirnos dejándonos al borde del colapso.

Pensar. Es el propósito encubierto de El caballo de dos piernas hacia una de tantas injusticias. Una vez que las neuronas vayan transportando diminutas descargas eléctricas hacia el umbral del razonamiento llegamos a la sala de culpa. Un lugar en el que esperaremos nuestro turno para que seamos juzgados y consigamos resolver el enigma: ¿Quién tiene la culpa?
Las infinitas guerras fundamentalistas que azotan el país dejando ríos de sangre y personas desmembradas.

Pensar. Es el propósito encubierto de El caballo de dos piernas hacia una de tantas injusticias. Una vez que las neuronas vayan transportando diminutas descargas eléctricas hacia el umbral del razonamiento llegamos a la sala de culpa. Un lugar en el que esperaremos nuestro turno para que seamos juzgados y consigamos resolver el enigma: ¿Quién tiene la culpa?
Las infinitas guerras fundamentalistas que azotan el país dejando ríos de sangre y personas desmembradas.
El rico niño mimado que se siente superior al resto por su estátus.
El padre del niño que lo ha educado así para enseñarle que están en una clase superior.
La clase baja que no se revela en pro de las libertades más esenciales.
El gobierno que deja a la Religión ser el brazo ejecutor en todos sus ámbitos, incluso en esa enseñanza que podría salvar vidas, salvar conciencias.

La historia que nos narra Samira Makhmalbaf esta protagonizada por un esclavo caballo pura sangre sabedor de su sino. Un malherido animal domado y sodomizado por el jinete solitario que bajo las burlas del resto de compañeros anhela un recambio en forma del verdadero caballo de 4 piernas que ansía. Como ansía también salvar su libertad del calabozo al que fue arrojada dejándole sin movilidad por la explosión de una mina.
La clase baja que no se revela en pro de las libertades más esenciales.
El gobierno que deja a la Religión ser el brazo ejecutor en todos sus ámbitos, incluso en esa enseñanza que podría salvar vidas, salvar conciencias.

La historia que nos narra Samira Makhmalbaf esta protagonizada por un esclavo caballo pura sangre sabedor de su sino. Un malherido animal domado y sodomizado por el jinete solitario que bajo las burlas del resto de compañeros anhela un recambio en forma del verdadero caballo de 4 piernas que ansía. Como ansía también salvar su libertad del calabozo al que fue arrojada dejándole sin movilidad por la explosión de una mina.

Abre los ojos ante El caballo de dos piernas: cine social, de autor y extraordinariamente conmovedor.